Nuestros distinguidos lectores habrán notado que, en los últimos días, las páginas de NOVA estuvieron caídas. No se debió a una falla técnica ni a un problema del servidor de la red, sino lisa y llanamente a un hackeo. Las cinco páginas de este modesto portal de noticias fueron invadidas y sacadas de circulación de la web.
En un país que afortunadamente discute la democratización de la palabra con la compleja puesta en marcha de la Ley de Medios (iniciativa que este portalacompañó desde los comienzos del debate legislativo), que un medio informativo sea hackeado resulta, cuanto menos, un retroceso.
Las razones del ataque que sufrió NOVA acaso puedan atender a diversos motivos, pero lo que nunca debe dejarse en el centro de cualquier discusión es el libre ejercicio periodístico, piedra basal de una democracia sólida y bien constituida.
¿Cuál fue el problema? ¿Molesta la verdad? ¿Cuántos sectores de poder se ven perjudicados diariamente por la valiosa información que NOVA publica y que pocos medios se atreven siquiera a abordar?
Por supuesto, hacemos una autocrítica (actitud que otras empresas periodísticas deberían imitar), aunque lo que no nos resignamos a aceptar es que las reacciones a lo publicado atenten contra la posibilidad misma de mantener abierto un canal informativo. Lo otro es cuestión de gustos, y cada lector puede elegir el medio más afín a sus intereses.
En una Argentina que avanza trabajosamente hacia un escenario de pluralidad de voces, y con un gobierno que, pese a sus ambivalencias en la materia, permitió que los periodistas dejaran de ser perseguidos penalmente, el hackeo a un sitio informativo como éste no puede ser leído sino como un ataque a la libertad de expresión y un pavoroso retroceso desde la recuperación democrática a esta parte.
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