domingo, 11 de septiembre de 2016

Dalmiro Saenz.

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Mis carcajadas alarmaron a mi madre en esa tarde de los 70s.
Estaba leyendo "Yo también fuí un espermatozoide".
En 1998 estamos sobre Av. del Libertdor, y mientras comentamos lo que hicimos al aire en el viejo canal 9 se acerco y me abrazó.
Este karateca loco estaba interrumpiendo mi cacería de unos ojos negros frente a mi.
Se lo perdoné porque era el gran Dalmiro.
Cuenta la leyenda que este loco genial queria copar la sala de máquinas del puente Pueyrredon para impedir su funcionmiento en uno de los tantos sainetes peronchos.
Alguien que vivió y no que duró.
Y este obituario melancolico termina con la promesa a Dalmiro de pronto nos vemos.
Estoy triste setenta veces siete.
Gracias por todo.

2 comentarios:

  1. Lo conocí personalmente cuando estudiaba periodismo. Nos asignaron la tarea con un compañero de estudio de reportearlo. Fué una experiencia tóxica. Por esos días yo lo admiraba. Así todo, habiendo leído toda su obra, me quedé esperando algo que jamás se publico. No recuero ahora . Creo que era algo así como la continuación de El que se muere pierde. O tal vez se anunció esa y jamás se publicó. Yo era demasiado joven. Y por esos días, ya su decadencia era inocultable. Es lo que registro.

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