MEDIOS.LOS BUITRES "INFORMAN" SOBRE LA SALUD DE LUÍS ALBERTO SPINETTA, ESCRIBE EDUARDO FABREGAT/LA MUERTE DE DIEGO RAPOPORT, TECLADISTA DE SPINETTA-JADE. |
TEXTO ESCRITO POR EDUARDO FABREGAT A PARTIR DE LA PRIMICIA DE MUY SOBRE LA SALUD DE LUÍS ALBERTO SPINETTA Y EL TRATAMIENTO QUE HICIERON LOS MEDIOS EN GENERAL, Y LOS DEL GRUPO CLARÍN EN PARTICULAR, DE ESTA NOTICIA. |
BUITRES Lo sucedido con Luis Alberto Spinetta vuelve a poner sobre el tapete esa cuestión de las responsabilidades periodísticas. O, quizá, el delgado límite que existe entre el periodismo y el amarillismo, entre el interés periodístico y la mentira lisa y llana que busca impacto, entre la búsqueda de la noticia y la buchonería berreta. No puede decirse que la enfermedad del Flaco fuera vox populi en el medio, pero sí que había un puñado de allegados y periodistas que conocían su estado y guardaban un respetuoso silencio. En primer lugar, porque el periodismo serio siempre consideró “noticia” aquello que refiriera a la riquísima vida artística de Spinetta. Sólo a la prensa “del corazón” –por llamarla de un modo elegante– le interesó, por ejemplo, aquel sonado romance con una actriz y modelo, interés al que Luis respondió colgándose el cartel “No lea basura, lea libros”. Para los demás, Spinetta es material de títulos y coberturas por sus discos, sus conciertos, sus canciones. Lo único extramusical a destacar, en todo caso, es su militancia en la ONG Conduciendo a Conciencia y su presencia permanente junto a los familiares de las víctimas del colegio Ecos, y en actividades que buscan paliar el drama de las muertes por incidentes viales en la Argentina.La gran mayoría de los periodistas no tenía interés alguno en dar la “primicia” de Spinetta enfermo de cáncer. Pero siempre hay alguien capaz de vender a su madre. El viernes, el periódico sensacionalista Muy se cagó en la paz que necesita Luis Alberto Spinetta para su recuperación, en el respeto que pedían sus familiares, incluso (para entrar en terrenos ya no del “código” sino profesionales) en el abecé periodístico de chequear la información antes de publicarla. Sabían que nadie de su entorno les iba a dar detalles de lo que atraviesa el artista, y entonces sencillamente los inventaron. Lo imaginaron y lo retrataron al borde de la muerte, “muy grave”, rodeado por un pacto de silencio para no preocupar a los fans (?). Se sintieron satisfechos con ganar protagonismo con un título de alto impacto, aunque fuera una burda e irresponsable exageración del estado de Luis y el ánimo de sus familiares. Rápidamente, el “Ultimo Momento” de La Nación dio por cierta y confiable la información de un periodicucho amarillo y la reprodujo sin más, iniciando el efecto cascada que se multiplicó con el correr de las horas. Provocaron miedo, tristeza, angustia, dolor, entre los miles y miles de personas que lo admiran y lo quieren. Provocaron arcadas entre los colegas que vemos salpicada –una vez más– la profesión por mercenarios sin el menor escrúpulo. En un día horrendo, Spinetta se vio obligado a escribir una carta que pusiera las cosas en su lugar, y sus hijos Dante y Catarina salieron a difundirla por Twitter. En vez de continuar su proceso de recuperación y disfrutar las fiestas en tranquilidad, la familia Spinetta quedó en el ojo de un torbellino mediático, el aquelarre de lugares comunes y suposiciones que algunos disfrazan de periodismo. En vez de poner toda la atención en sobrellevar una situación de por sí complicada, debieron salir a poner paños fríos en un quilombo innecesario, a rebatir mentiras lanzadas liviana, irresponsablemente a un medio donde las redes sociales y conexiones electrónicas de toda clase multiplicaron tanta falsedad. Para cerrar el círculo, allí comenzó la segunda parte del perverso dispositivo: una aún más detestable celebración de que el Flaco “confirmara” la primicia. Por la tarde, el “Ultimo Momento” de Clarín dio cuenta de la información con una pieza casi tan vomitiva como la de Muy: “Spinetta decidió hacer pública su enfermedad”, dice la nota, barriendo bajo la alfombra que lo que sucedió no fue decisión del músico, sino de los editores de un periódico del mismo Grupo Clarín. La hipocresía es tan flagrante que el artículo ni siquiera menciona el origen: se habla de “la publicación de un diario matutino”, de una “avalancha de versiones”, ocultando culposamente el lamentable rol jugado por un periódico hermano. Volvieron a esconderlo en la nota de su edición impresa del sábado, con la eufemística frase “La espiral de versiones luego de que un diario lanzara la información de que padece un cáncer terminal...”. Nadie levanta el guantazo que tira Spinetta cuando pide que “no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno”. Clarín y Muy intentan disimular que los buitres a los que alude el afectado son ellos, y hasta alardean de sensibilidad por la “lucha” del músico. Agregan cinismo al daño. Para algunos todo esto será una anécdota. Habrá quien incluso se sienta orgulloso, como parecían orgullosos los responsables de esa otra bazofia disfrazada de periodismo que botoneó a Sofía Gala fumándose un porro en un recital. Pero corren tiempos en los que el periodismo asume un rol activo y batallador, y este atropello doble, a Spinetta y al rigor periodístico, resulta especialmente significativo: sucedió en la misma semana en que el Grupo Clarín redobló sus titulares catástrofe hablando de proteger la verdad y la información. A Spinetta lo pisotearon y ofendieron, le faltaron el respeto y se cagaron en él, los mismos diarios embarcados en una supuesta cruzada por la libertad de prensa, que le faltan el respeto también al público con sus mentiras y la posterior ocultación del modo en que cocinan y aprovechan esas mentiras. Lo hicieron con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, lo hacen con la Ley que declara de interés público la producción de papel. ¿Por qué se privarían de publicar falsedades sobre un artista? Finalmente, queda lo otro. La angustia real, sobre la que más vale no machacar. Luis Alberto Spinetta, uno de los creadores más grandes, más valiosos, más queridos de este país, está enfermo. Afortunadamente, responde bien al tratamiento, tiene médicos que saben lo que hacen y está contenido y acompañado por todos sus amores y amigos de hierro. Desde aquí sólo queda esperar y desear con el alma que salga adelante, y que algo de todo el amor, la fuerza, el cariño incondicional y la luz que miles de personas salieron a manifestar en estos días por todos lados, ayude en algo. Que la gente que ha recibido tanto a través de su arte pueda transmitir, devolver toda esa energía y ese calor. Y que los buitres de turno, tan chiquitos, tan canallas, queden aleteando en el vacío de su propia miseria. Fuente: Página 12 Más información: www.página12.com.ar ------------------------------------------------------ Teclas de diamanteLa tristeza no tiene explicación, ni tiene justificación ni razonamiento. La tristeza es eso que te hace llorar cuando ya comenzaron los primeros minutos del último día del año, y suena “Quedándote o yéndote” y se vienen abajo todos los diques y todas las defensas: decís “pero la puta madre, se murió Rapoport” y ya no tenés nada que caretear y dejás que te caigan las lágrimas. Porque se te murió otro cacho de adolescencia, porque Kamikaze era un rito compartido con un amigo que se fue hace muchos años, porque uno ya viene sensible y ahora esto. Ahora esto: se murió Diego Rapoport.Pero cómo, decís, si ayer nomás lo vimos en Vélez y Luis y él tocaron “Ella también” y un estadio entero, un estadio entero, entendés, hizo absoluto silencio para escuchar una de las canciones más hermosas que nos ha dado esa cosa que tratamos de definir como rock argentino. Y después los dos tocaron y cantaron eso de los niños que escriben en el cielo y no buscarse más en el umbral para que sepan la forma de tu alma, y Liniers se vino abajo. Apenas estamos tratando de digerir la canallada que le hicieron a Spinetta esos buitres que se dicen periodistas, y nos cae esta trompada. Diego vino desde Bariloche a darle un abrazo a Luis, y a la hora de volver el corazón le dijo basta. Y uno no sabe qué hacer con el vacío, con la andanada de recuerdos, con tanta belleza experimentada frente a un escenario, con la horrible sensación de quedarse un poquito huérfano. No es exageración. No se trata siquiera de una apreciación de las virtudes musicales de Diego Rapoport –que las tenía, y de sobra–, sino de que gracias a tipos como él, en interacción con Spinetta o con Lebon (“El tiempo es veloz” quizá no sería la canción perfecta que es si no estuviera el Fender Rhodes de Diego), con Seru Giran o con Raíces, uno entendió que en el rock argentino había algo más que la mera acumulación de notas o la construcción de canciones. Rapoport contribuyó a la magia. Rapoport nos dio belleza. Por eso la congoja. Lo que podían hacer las manos del pianista está ahí, al alcance de la mano y el oído, para quien quiera escucharlo. La leyenda dice que ni al mismo Charly le gustaba el solo que hacía en “Tema de Nayla”, y por eso en Bicicleta se puede escuchar a Diego Rapoport. Ese Rhodes de sonido tan reconocible, que es otro de los puntales de Kamikaze: cada cual tiene su ranking particular del Flaco, y en la de este que escribe ese disco de 1982 está encima de todos. Allí, Spinetta y su Ovation encuentran en Rapoport y su piano el socio perfecto para conjurar momentos de belleza plena, de alto vuelo, cosas sencillamente perfectas como “Barro tal vez” o “Quedándote o yéndote”. Pero también está en el exquisito, a menudo poco valorado A 18 minutos del sol. Y si a alguien le queda alguna duda, que vaya y saque Alma de Diamante y Los niños que escriben en el cielo: primero con Juan del Barrio y luego con Leo Sujatovich, Rapoport dibujó melodías exquisitas, contribuyó a que ese primer Jade eludiera, a pura gracia, con elegancia y nervio rockero, las trampas pretenciosas del jazz rock. En los últimos años, Rapoport vivía en Bariloche, alejado de la locura de Buenos Aires, dedicado a la docencia y a tocar relajadamente con amigos. Allá, sobre el filo del fin de año, nadie podía creerlo. Para las muchas personas que lo trataron y disfrutaron, se perdió algo más que un músico enorme. - - - Todo esto sucede, claro, mientras uno contiene el asco por el redoblado atropello a la intimidad de Luis Alberto Spinetta. No conformes con lo ya hecho, los buitres volvieron a la carga. En el circo iniciado por Muy y continuado por Clarín y La Nación faltaba Editorial Perfil: con su conocida falta de escrúpulos, los muchachos de Jorge Fontevecchia salieron a buscar la foto exclusiva. Hay un par de relatos coincidentes que señalan que el modus operandi fue aún peor que poner una guardia en la casa de Luis, que un fotógrafo se escondió en un taxi mientras el chofer tocaba timbre aduciendo que traía algo para Spinetta. Que le tendieron una trampa para hacerlo salir. Obtuvieron lo que buscaban: las tapas de Caras y luego de Libre se regodearon en las imágenes del Flaco, en lo que ellos seguramente consideran un “triunfo periodístico”. Algunos sitios de Internet multiplicaron el daño. No asombra, claro que no asombra. A lo largo de los años, Perfil ha dado sobradas muestras de su amarillismo y su desapego por el respeto a la privacidad de las personas. Ni siquiera tiene mayor objeto plantear lo absurdo que resulta que Caras, ese símbolo de la frivolidad y la nadería, sea el medio elegido para perseguir a Spinetta. Hasta tiene lógica: una revista-basura que celebra la ostentación del dinero y la fama porque sí, que suele dar relevancia a personajes de escaso aporte a la cultura, insulta, denigra y le falta el respeto a un pilar del arte y la música argentina. Ya se les pasará. Generalmente esos medios cambian el foco de atención rápidamente, ya comienza el verano con su habitual carga de banalidades, y Spinetta podrá seguir su recuperación sin sentir el acoso de personajes siniestros que jamás dieron relevancia a lo que realmente importa en él. Mientras tanto, en las redes sociales algunos colegas empezaron a preguntarse si, ante el desprecio mostrado por un tipo que ha inspirado a un par de generaciones, no debería mostrarse un cambio de actitud, algo que sirva como demostración del asco y el repudio de los músicos a ciertos medios. No parece mal debate para ir arrancando el año nuevo. Por Eduardo Fabregat Fuente: Página 12 |
domingo, 8 de enero de 2012
Spinetta y los buitres.
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