En Argentina se escuchó por primera vez a un canillita el 1 de enero de 1898: ‘Compre La República’, ‘La República, a medio peso’.
El diario, que apareció ese día en Rosario, fue fundado por Lisandro De la Torre, quien acababa de distanciarse de la Unión Cívica Radical (UCR).
De la Torre le confió la dirección del diario a Manuel Bilbao, quien ideó esa forma de venta directa que hasta entonces, los periódicos se repartían por suscripción a través del correo, lo que llevaba a leerlos con atraso, a menos que se los buscara en la imprenta.
A Bilbao se le ocurrió que: “la venta ambulante sería un buen negocio para la empresa, el chico cobraba menos que el correo y el lector: recibiría el diario en el acto y más barato”.
La idea llegó a ser un éxito, y así la competencia copió el sistema de inmediato, surgiendo un nuevo oficio, conformado por cientos de niños y jóvenes que se ofrecían a vocear los títulos en la calle para vender la noticia del día, con tal de arrimar unos centavos al hogar.
Los chicos viajaban colgados de la parte trasera de los tranvías: trepándose, llegaban rápido al centro, donde a la salida del teatro y del cabaret las ventas se multiplicaban.
Con el tiempo, aparecieron los primeros puestos callejeros fijos, cuya posta fue preciso disputar a golpes o pagando el favor policial, hasta que en la época de Juan Domingo Perón comenzaron a sindicalizarse.
Perseguido en Uruguay por sus ideas políticas, el escritor Florencio Sánchez se radicó en Rosario, donde en 1902 asumió como secretario de redacción de La República, donde duró poco, ya que cuando los trabajadores del diario entraron en huelga, él adhirió también.
Entonces fundó junto a otros colegas el periódico La Época y escribió una nueva obra teatral llamada ‘La Gente Honesta’, donde se burlaba de un personaje del gobierno local.
Bautizó ‘canillitas’ a los niños que vendían los diarios en las calles por sus piernitas flacas, pero también, porque en invierno los veía con las narices chorreando como una canilla.
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